Tal vez tu
destino era ser una perraflauta pero el día en que tu madre, preñada y
abandonada, fue recogida en la
calle Corrida de Gijón por Isabel, una mujer de esas
que dicen de edad y amante de los animales, tu futuro dio un pequeño vuelco.
Ella hizo que nacieras arropada entre mantas y asistida por veterinaria y ella
fue, también, la que ligó tu futuro a nuestras vidas cuando permitió que te
recogiéramos en su casa un día de abril para hacerte hermana, por derecho, de
la que sería tu compañera de juegos y disputas durante 14 años, una Fox tan guapa como altanera, con tanta raza y belleza que en el primer viaje te recordó
que te había tocado ser la fea.
Pero tú, con ese
espíritu de supervivencia guardado en algún gen del abandono fuiste imponiendo, con arte certero, esa raza que exhiben las desheredadas con derecho a tierra.
A cada pose de
arrogancia de Greta respondías con un acercamiento rayano a la sumisión, y con
zalamería casi felina accedías a caricias y arrumacos de cualquier humano
viviente. Así conquistaste a los sobrinos empeñados en disfrazarte o a las
abuelas que no necesitaban acelerar la marcha cuando paseabas a su lado. Y
también conquistaste a Greta que pronto asumió la necesidad de protegerte
porque con quererte ella ¡ya estaba bien de amores!
Y a nosotras que
un buen día, después de quedarte pelona, vimos aparecer como si se tratara de una
crisálida una hermosa perrina que, sin duda alguna, tenía raza propia: Gilda,
diseño exclusivo, tan guapa que solo nos queda el recuerdo para evocarte.
Tus patitas,
demasiado cortas, soportaban un cuerpo algo más pesado de lo deseable debido a
tus aficiones gastronómicas por lo que desde hace unos años caminabas lo justo y
te resistías a esfuerzos innecesarios rezongando terca cuando te obligábamos a
caminar un poquito más.
Por eso, en estos
últimos días cuando te negabas a aplicar ese esfuerzo a lo único que te daba
placer en la vida y volvías la cabeza ante los manjares que se nos iban
ocurriendo, escuchamos en tu silencio ese grito de ayuda para dejarte marchar,
para permitirnos realizar el acto más generoso que nuestra propia naturaleza
(la humana) se empeña en negar.
Hoy con una pena
honda que pellizca aquí dentro hemos elaborado tu adiós y te hemos visto
marchar mansamente burlándole a la muerte todo lo que tiene de indigna.
Vete tranquila
que tu recuerdo es dulce y aquí nos queda Trufa para acompañarlo.
No pudo tener una vida mejor, ni más cariño alrededor, recibió lo que ella daba y sabéis que su marcha no ha sido humillante, en eso tienen suerte porque a las personas aún no nos está permitido morir dignamente. Lo siento, chicas, sé que es duro, pero lo mejor de todo es que ella tuvo la vida que se mereció.
ResponderEliminarLo sentimos mucho un beso y animo para ti y Adela, Jorge y Cris
ResponderEliminarUn beso muy grande, marchó tranquila y serena... Como era ella.
ResponderEliminarAdios Gildina
Ha tenido una buena vida, es verdad. La hemos querido y la queremos, claro que sí, ya es una parte nuestra para siempre. ¡¡¡Pero me rebelo contra su ciclo biológico!!!, su vida es demasiado corta, es injusto no poder disfrutar más tiempo con ellas y ellos, y es que..., son tan especiales!!!. ¡Qué pena tan grande!.
ResponderEliminar