27/11/2022

DOMINGOS MAESTROS

 Tienen los domingos ese regusto que deja el poso acumulado, la resaca de un fin de semana, tránsito y camino hacia ese lunes necesario para tomar impulso.

Fui maestra durante más de 30 años y recuerdo bien esas tardes de domingo con olor a pegamento y recortes por la alfombra, luego llegó el monstruo omnipotente y la luz azul iluminando los atardeceres que poco a poco iban cediendo al sueño.

Que un domingo se celebre el día de las maestras y maestros de este país tiene su cuota de reconocimiento, sin duda (con el permiso del señor de Calasanz y sus cosas pías) por esa labor descaradamente ignorada, ese tiempo rebuscado entre los bolsillos del descanso, esos domingos por “santificar”.

Hoy que las redes todo lo enredan (triste acepción para una palabra bonita) hoy que el dedo está presto a emponzoñar lo ajeno y que una tecla puede destrozar una vida, la Escuela se postula -igual que Celaya decía de la poesía- como un arma cargada de futuro, tal vez porque ambas tienen en común el músculo de la vida y el secreto balsámico que cura las pupas del alma.

Así que, si al caer la tarde, ves una lamparilla encendida en una ventana, es muy probable que al otro lado haya alguien dándole forma a las mil maneras de hilvanar ese futuro. Un gracias, hoy, es lo menos. Mañana… ¡también! 



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