04/04/2022

ERASE QUE NO ERA

Imagen de Pixabay por gentileza de Andreas H.
Imagen de Pixabay
por gentileza de Andreas H
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Cine Avenida , seis de la tarde, domingo 18 de diciembre del año 1966. Jacobo, de la mano de su hija, atraviesa el eje central del patio de butacas. Fila 10, pasillo. La niña, que en su mano libre sostiene una bolsa de celofán llena de bombones, ocupa el asiento del que cuelgan sus menudas piernas que estira, ansiosa, anhelando alcanzar el suelo.

Jacobo observa a su hija por el rabillo del ojo, disfruta ese momento que le ofrece ser padre, esa satisfacción ancestral de perpetuar la genética. Ella adopta un gesto serio, casi solemne, conoce las normas: silencio y los sentidos alertas. El timbre anuncia que pronto se oscurecerá la sala. Es entonces cuando el pequeño ventanuco ejerce de tronera para desplegar toda la magia en la enorme pantalla blanca. 

Para Alba el tiempo se detiene, ya no es tiempo, al menos no es ninguna dimensión conocida, como no lo es la vez aquella que se era, o el érase una vez de aquella historia. 

Ha conseguido alcanzar el suelo, su padre queda atrás viéndola marchar, tal vez consiga alguno de los diamantes que esos siete enanos arrancan a pico y pala sabiendo ahora la casa limpia y la comida caliente. No puede avisarla de lo que urde la reina más hermosa ni del peligro de los frutos prohibidos.

Alba se adentra en el bosque, una vez más, la última vez  era muy niña, ahora sabe que nadie es quien parece ser. En la casa, cerca de la mina de diamantes donde trabajan explotados niños de corta edad, viven siete hombres con acondroplasia, camuflados y apartados de la sociedad que rechaza su malformación. El príncipe es un vividor amante de la caza en toda su extensión que da largos paseos por el bosque contando historias de reinos y tronos a toda mujer que se encuentra en sus dominios con el único afán de conseguir sus favores y una esposa que le perpetúe la especie.

La reina, una mujer cuya hermosura es lo único que su marido, el rey, valora para  exhibirla como un trofeo, sabe y teme que pronto la cambiará por otra más joven y más bella.

Por eso, fracasada en su propósito, ahora se torna en bruja, su alter ego y, guardiana de su propia ruina,  recurre, torpemente y de nuevo, a la maldita manzana, errando en la elección de su enemiga.

Y allí está esa pobre chica, Blanca, esperando salir del letargo y condenada, también por su belleza, a entregarse por un beso salvador, sin opción alguna.

Y al fin parte, bobalicona, con su chico azul, en la pantalla se habla de felicidad y perdices y el érase una vez vuelve a su sitio.

Las luces se encienden, Jacobo se vuelve hacia su hija y esta saborea lentamente uno de los bombones, aquel con el envoltorio violeta.

-¿Te ha gustado?

-¿El bombón?

-¿Qué sí no?

-¿Volveremos, verdad?

-Volveremos

Cine Avenida , seis de la tarde, domingo 18 de diciembre del año 1966.  Fila 10, pasillo. Las luces se apagan,  Alba rebasa las nueve filas del patio de butacas y atraviesa la pantalla dispuesta esta vez a salvar a la bruja, dispuesta a salvarse a sí misma.


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