23/04/2021

PELUSAS

     


 Ocurre a veces al limpiar que, mientras creemos tener las superficies impolutas a fuerza de pasar una y otra vez, la escoba, el plumero o cualquier artilugio mecánico destinado a tal fin, unas pequeñas, imperceptibles y odiadas pelusas se arrinconan y agazapan esperando engordarse en su día a día. Son los restos no reconocidos en la tarea, las basurillas despreciadas por insulsas e imperceptibles. Ellas, como digo, se agazapan esperando su momento de gloria, van haciendo cuerpo, endureciéndose en las esquinas, filtrándose por los huecos y llegando, incluso, a apestar y deslucir, poco a poco, las estancias. 

Nadie parece querer reconocerlas, nadie las considera suyas, parecen crecer desde un interior no accesible, impropio de una pulcritud tan aparente. Entonces, un buen día, decides aplicar el decapador y observas cómo en ese sacrificio se va parte del espacio que las acogió y la nueva pulcritud tiene un algo de rancio, un color desvaído y la cicatriz del abandono. 

Y no, no descansan solo entre los muebles o en los rincones de los altillos, también lo hacen en lo más profundo de nuestro ser, en las entrañas de aquellos momentos sin resolver y más tarde o más temprano terminan por invadir el apacible espacio de la cordura, aunque esas no son las odiadas pelusas, son las inclementes pelusas del odio.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails