Erraban quienes pensaron que estaba encantada de mi unicidad y tal vez a sabiendas de ello se empeñaron en convencerme de que tu llegada iba a acabar con "mis privilegios".
Por eso tuve miedo, o vértigo o lo que pudiera sentir una niña de 8 años a la que los Reyes Magos habían complacido en su deseo más hondo y al acercarme a ti y verte en tu moisés de mimbre me pareciste grande y poderosa, con licencia para cambiar mi vida. Pero ese día papá me trajo dos TBOs en lugar de uno como hacía siempre y mamá me miró con tanta ternura que el mundo dejó de temblar bajo mis pies.
Me convertiste en la hermana mayor en aquel 68 convulso y hoy, cuando cumples todos los años que me recuerdan que sigo siendo una hermana muy mayor, mi nostalgia se desliza por la plazuela de San Juan y noto tu manita cálida y orgullosa aferrada a mí, paseando por el Campo Grande, recuerdo tus escapadas a "Sevovia" reafirmándote cuando no te hacíamos caso y la pelumaqui en el sofá, el festival de la OTI donde nos moríamos de risa votando por el atuendo más hortera y la bobada que nos entró con Moreruela de los Infanzones; por no hablar de la angustia cada verano cuando te perdías en la playa o de como tu cuerpo escayolado en aquel hospital (donde viviríamos años más tarde el rato más amargo) a una edad en la que no debería estar permitido enfermar me descubrió tu enorme fortaleza de ánimo. En mi corazón quedará para siempre el hermoso regalo de haberme hecho tía y tu apoyo leal a mi opción de vida.
Hemos compartido el dolor y la emoción y me duele pensar que alguna vez no hayamos sabido estar a la altura de lo que nos merecemos como hermanas.
Sigue estando ahí que solo por eso, hoy, me felicito por tenerte.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS HERMANA!