13/02/2012

1968: MARTES Y 13 FEBRERO Y BISIESTO

Era 13 y martes de un febrero también bisiesto, en Valladolid una lluvia fría lavaba las calles tal vez para recibirte con la limpieza merecida de quien se estrena en el mundo. La lluvia imponía la norma de salir del colegio por una  pequeña puerta que agrupaba a las familias bajo una seta enorme plagada de paraguas y allí recuerdo ver a  mi prima,  que en plena adolescencia incipiente, fue la encargada de recogerme ese día para anunciarme con una tierna prevención fruto de la falsa creencia de mi seguro trauma ante tu nacimiento, ¡que había tenido una hermanita!

Erraban quienes pensaron que estaba encantada de mi unicidad y tal vez a sabiendas de ello se empeñaron en convencerme de que tu llegada iba a acabar con "mis privilegios".
Por eso tuve miedo, o vértigo o lo que pudiera sentir una niña de 8 años a la que los Reyes Magos habían complacido en su deseo más hondo y al acercarme a ti y verte en tu moisés de mimbre me pareciste grande y poderosa, con licencia para cambiar mi vida. Pero ese día papá me trajo dos TBOs en lugar de uno como hacía siempre y mamá me miró con tanta ternura que el mundo dejó de temblar bajo mis pies.

Me convertiste en la hermana mayor en aquel 68 convulso y hoy, cuando cumples todos los años que me recuerdan que sigo siendo una hermana muy mayor, mi nostalgia se desliza por la plazuela de San Juan y noto tu manita cálida y orgullosa aferrada a mí, paseando por el Campo Grande, recuerdo tus escapadas a "Sevovia" reafirmándote cuando no te hacíamos caso y la pelumaqui en el sofá, el festival de la OTI donde nos moríamos de risa votando por el atuendo más hortera y la bobada que nos entró con Moreruela de los Infanzones;  por no hablar de la angustia cada verano cuando te perdías en la playa o de como tu cuerpo escayolado en aquel hospital (donde viviríamos años más tarde el rato más amargo) a una edad en la que no debería estar permitido enfermar  me descubrió tu enorme fortaleza de ánimo. En mi corazón quedará para siempre el hermoso regalo de haberme hecho tía y tu apoyo leal a mi opción de vida.

Hemos compartido el dolor y la emoción y me duele pensar que alguna vez no hayamos sabido estar a la altura de lo que nos merecemos como hermanas.
Sigue estando ahí  que solo por eso, hoy, me felicito por tenerte.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS HERMANA!



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