24/06/2010

LA CAJA DE LOS HILOS

No se muy bien por donde empezar pero quiero empezar, he decidido tener mi blog, propio, personal, sin interferencias profesionales, sin parapetos...
Recordé hoy -pensando en qué nombre ponerle- aquellos años de infancia trasteando en la casa de mi abuela cuando los juguetes se hacían con retales de vida y el mundo entero cabía en una caja de madera; porque la caja de los hilos de mi abuela era de madera y tenía cientos de botones, únicos vestigios de ropas ya convertidas en trapos -o reconvetidas- que bién recuerdo cuando mi madre daba la vuelta a un abrigo o hacía un traje de ángel, para la función de Navidad de mi hermana, con su traje de novia. Corchetes, automáticos, ligueros imposibles, cintas, cremalleras, imperdibles (de estos y de mi madre hablaré un día), medallitas, agujas, acericos, agujones con cabezas de colores, jaboncillos de marcar, bobinas y carretes, ¡ah, carretes!, estos eran mis favoritos, esperaba paciente día tras día a que el hilo de aquel carrete de madera llegara a su fin y entonces anhelaba el premio, esa pieza de madera desnuda cuya forma se prestaba a miles de usos.
No se que magia tenía aquella caja pero cuando mi abuela me obligaba a dejar de revolver yo alargaba el momento argumentando con la mejor de mis voluntades que solo la estaba colocando.
En aquella caja cabía de todo, como en la vida y esos hilos de colores tejieron mis ideas. Hoy ando otra vez como revolviendo... o colocando, en esta otra caja de "nosequé". La iré llenando... y vaciando... recolocando... es memoria de presentes que lo fueron un día, memoria de mujer, cosas por hacer.
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